Dicen los expertos que en un futuro próximo el dinero físico dejará de existir, y todas las transacciones serán electrónicas. Yo soy un claro ejemplo de ello. Rara vez llevo dinero encima.
En Ahorro Diario ya hemos hablado a cerca de cómo el pago en metálico puede suponer un freno psicológico a la hora de gastar. Mucha gente tiene una mayor percepción del valor del dinero cuando se entrega físicamente, y más si son billetes grandes.
Claro que por otro lado todos conocemos a alguien con la necesidad innata de deshacerse de la calderilla. Especialmente si tienen una máquina tragaperras cerca.
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Es por ello que, para ser justos, creo que conviene mencionar también las ventajas de pagar con una tarjeta de débito, especialmente para aquellas personas con suficiente auto-control:
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Servicios gratuitos: muchas tarjetas incluyen algún tipo de seguro, posibilidad de establecer un límite diario o mensual, avisos mediante SMS al alcanzar una determinada cantidad, aplazar los pagos a fin de mes o incluso nos devuelven un porcentaje de lo que gastemos. Esto último nunca debería suponer un incentivo para gastar más.
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Ahorro en desplazamiento: prácticamente desaparece la necesidad de tener que acudir al banco o al cajero a sacar dinero.
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Más cómodo: al contrario que el dinero en efectivo, no requieren una gran planificación de aquellos gastos especialmente grandes. Además nos evitamos tener que cargar con monedas.
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Mayor seguridad: particularmente ya no concibo la posibilidad de pasearme por la calle con un fajo de billetes en el bolsillo. Si pierdo o me roban la tarjeta probablemente no tenga mayores consecuencias si actúo con suficiente celeridad, o en el peor de los casos la entidad bancaria o el seguro se harían cargo. En cambio si pierdo o me roban dinero en efectivo tengo la certeza de que no lo recuperaré.
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Total control: esta es para mí la principal ventaja de usar únicamente tarjetas para pagar. Y es que me permite tener un control total de dónde, cuánto y cuándo he gastado cada céntimo, incluso en tiempo real, por Internet. De modo que puedo llevar un registro absoluto de mis gastos con suma sencillez, realizar estadísticas mensuales y anuales, y calcular fácilmente dónde puedo recortar gastos.
Las tarjetas tienen una gran cantidad de ventajas, pero únicamente podemos recomendarlas a aquellas personas capaces de gastar de forma inteligente y meditada. Obviamente no podemos recomendar a un comprador compulsivo el uso de este medio de pago.
Por último y como ya hemos comentado anteriormente, el abanico de productos que nos ofrecen las entidades bancarias es tan amplio, que podemos afirmar que si todavía queda alguien que paga algún tipo de comisión o cuota por sus tarjetas, es porque quiere.
Foto | Flickr (Andres B)
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