En este mundo de consumismo loco que vivimos, enseguida se nos hacen viejas las cosas, las tiramos y compramos versiones nuevas de lo mismo. Cada tres años, cambio de coche, cada seis meses, renuevo mi vestuario, cuando sale el último modelo de teléfono portátil, tiro el “viejo“ (que apenas tiene un año) para hacerme con el nuevo.
Antes de lanzarnos a deshacernos de lo viejo y comprar lo nuevo, deberíamos pararnos un momento y pensar hasta que punto necesitamos cambiar de objeto. Las tres R (renovar, reutilizar y reciclar) tendrían que estar presentes a la hora de dar un segundo uso a los objetos.
¿Se pueden renovar unos zapatos con la suela gastada?¿Llevándolos al zapatero quedarán como nuevos?¿Si cambio los puños de una camisa o los botones de un abrigoparecerán renovados y los podré seguir utilizando?
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¿Puedo seguir utilizando el coche dos años más? ¿La ropa que parece pasada de moda puede modificarse donde una costurera y que tenga aires renovados? ¿Si la guardo en el armario, se volverá a poner de moda en unos años y la podré utilizar de nuevo?.
Y cuando ya no da más de sí un objeto, siempre hay muchas posibilidades antes de tirarlo a la basura: regalarlo a alguien, venderlo como de segunda mano, intercambiarlo, o llevarlo a reciclaje. Aunque el objeto parezca inútil para tí, puede que a alguien sí le sirva.
Ahorraremos dinero, se lo haremos ahorrar a otras personas y cuidaremos del medioambiente, ya que todo proceso productivo conlleva generación de residuos y contaminación por el transporte desde el lugar de producción al punto de venta.
Imagen | Flickr de Denegro
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