En este mundo tan consumista en el que vivimos, parece que cuanto más gastes, más feliz eres. Totalmente falso. No deberíamos olvidar que los mayores placeres que nos da la vida son gratis o, al menos, cuestan muy poco dinero, como por ejemplo:
Ver una puesta de sol, ver el amanecer, pasear por la playa, por la montaña, por el parque, charlar con los amigos o con la familia, leer una novela, dormir la siesta, escuchar música, ver una buena película por la tele, jugar con tu mascota o con tus hijos.
Dar un beso o un abrazo a un ser querido, comer el primer helado del verano, sentir el sol en la cara después de un invierno muy frío, hacer deporte al aire libre, nadar en el mar, preparar una tarta casera y, sobre todo, comerla después, revisar viejas fotos y viejos recuerdos.
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Oír el ruido de las olas del mar, oír reír a unos niños, hablar con alguien que hace mucho que no vemos, cantar, bailar, saltar, susurrar o que te susurren palabras de amor.
O simplemente, estar tirado en el sillón sin nada que hacer, sin ruido de ningún tipo y sin comerse el coco por ningún tema. Estamos haciendo “algo” todo el tiempo, nos hemos ganado el derecho a vaguear un poco, ¿no?.
Foto | Flickr de G.A.O.