La mayoría de la gente hace justo lo contrario. Primero paga al banco, al fontanero, a su mecánico, al supermercado, al kioskero, a la compañía de la luz, la del agua y la del gas, y si les sobra algo al terminar el mes será lo que ahorren. Ese es el gran error, si pones tu ahorro en último lugar, posiblemente ya no te quede nada.
Probablemente ahora tu esquema de gastos podría resumirse así:
gastos básicos > ocio y caprichos > ahorro e inversiones
Hazlo al revés, ¡ponte tú por delante de todos los demás! Antes de decidir el orden de tus prioridades pregúntate cuales son tus objetivos. Lo que podríamos traducir por “¿prefieres un caramelo ahora o tres mañana?” Tus prioridades deberían quedar así:
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gastos básicos > ahorro e inversiones > ocio y caprichos
Si ya te has convencido que haciendo lo mismo que has hecho hasta ahora vas a obtener los mismos resultados que hasta ahora, ya es momento de pasar a la acción: fíjate una cantidad mínima para destinar al ahorro que sea asumible todos los meses. Lo primero que harás en cuanto ingreses la nómina será apartar esa cantidad. La mayoría de los bancos ofrecen de manera gratuita este servicio, al que llaman “plan de ahorro sistemático”, sin duda una gran ayuda para cumplir los objetivos que te marques y evitar tentaciones.
Además tendrás que planificar los pagos de carácter no mensual (por ejemplo, el pago anual del seguro del coche) apartando la parte proporcional cada mes, de modo que no afecte a tu plan de ahorro. Y establecer un fondo para imprevistos.
Mucho ojo con dejar la cuenta en descubierto o facturas sin pagar (con los recargos que ello puede suponer) se requiere organización, disciplina, responsabilidad y planificación.
Habrá quien sólo pueda alcanzar un 1% de ahorro, otros podrán dedicar un 50%, lo verdaderamente importante no es la cantidad que dediquemos, sino adquirir el hábito del ahorro, intentar mejorar poco a poco, establecer mentalmente unas prioridades y asumir nuestra responsabilidad.
Foto | Flickr (Quaziefoto)