Muchas de nuestras rutinas de todos los días están cambiando por culpa de la crisis (para algunas rutinas quizá deberíamos decir gracias a ella): pensar dos veces antes de comprar una cosa, coger menos el coche, sustituir la carne y el pescado por legumbre, pasta y arroz en nuestra cesta de la compra, reducir nuestras cenas fuera de casa y las copas o las bebidas en bares por veladas más íntimas, etc.
Puede que algunas de esas rutinas cambien para siempre y se transformen en nuevos hábitos, más ahorradores, saludables y alejados del consumismo excesivo en el que hemos vivido los últimos años. Esos hábitos, cuando la crisis se termine (algún día lo hará), seguirán con nosotros para siempre.
Sucedió con las crisis del petróleo de los años 70. En aquella época, en muchos países se sustituyeron los desplazamientos cortos en coches por viajes en bicicleta. Y este medio de transporte se ha mantenido desde entonces en muchos países como Holanda.
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También recuerdo hace años una gran sequía que hubo en Bilbao (parezco una abuelita contando batallitas) que nos volvió a todos mucho más conscientes del gasto de agua diario.
De aquella época conservo unos hábitos y un cuidado con el uso del agua que todavía mantengo. De hecho, estudios posteriores demostraron que después de la sequía, el gasto en agua de la zona disminuyó considerablemente respecto a la época pre-sequía.
Quizá deberíamos reflexionar en las costumbres que estamos cambiando en esta época de crisis y conservar aquellas que nos parezcan buenas para el futuro.
Imagen | Flickr de Osvaldo Zoom
En Ahorro Diario | La crisis también sirve para que aprendamos